domingo, 4 de diciembre de 2011

Juegos en el portal.

Noto tu mano viajar por mi espalda. Poco a poco, despacito, probándome. La noto subir y bajar, tocar y acariciar. Suave, cálida, dulce, buscando, vagando por donde nunca antes lo había hecho nadie. Me tocas, investigas, descubres secretos ocultos durante tanto tiempo. Te acercas más y más. Se me eriza el vello de la nuca, se me acelera el corazón, algo me golpea en la tripa. Y te aprieto, te quiero más cerca, junto a mí, pegado, tocando, subiendo y bajando, buscando, riendo, soñando.
Tengo miedo, mucho miedo. Preguntas, dudas. ¿Qué somos? ¿Qué es esto? ¿A qué jugamos? ¿Nos estaremos equivocando? Muevo la cabeza, no quiero pensar, ahora mismo sólo quiero seguir jugando.
Mis manos temblorosas te buscan, te acercan, te tocan, nerviosas. Siento tu respiración en mi cuello, tu calor en mi cuerpo. Cierro los ojos. Me besas despacio, me haces cosquillas, me acaricias el pelo, me coges en cuello. ¿Qué hacemos? No, he dicho que hoy no pensaría.
La gente nos mira, la lluvia nos moja, la luna nos cuida. La luz de la farola se refleja en tu pelo mojado. Es tarde, muy tarde. Pero aquí estamos; jóvenes los dos, inocente yo. Tú con tu mirada pícara. Yo temblando de arriba abajo, mordiéndome el labio. Soñando con los ojos abiertos, haciendo nuestra la noche, sin importarnos el frío.
Y tu mano que sigue, insistiendo, subiendo, tocándome, apretándome. Cada vez estás más cerca, te siento mío, me dejo llevar. Y sonrío cohibida, vergonzosa, inocente, patosa. Quiero parar el tiempo, que te quedes junto a mí un poco más, que nunca den en punto y que no te tengas que marchar. Y me uno al juego, te sigo, te muerdo, te toco. Delicada, dulce, juguetona al fin.
Un “quédate conmigo” se me escapa de los labios. Más que una orden, un ruego. Pero no puede ser. Un último beso, una larga despedida, una mirada que dice todo y nada. Un susurro en el oído, un “nos vemos pronto, preciosa”. Un “te quiero”. Mi “te quiero”.

[E.Bueno]

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