martes, 16 de abril de 2013

Yo no creo en las estrellas.


Mucha gente decía que estábamos predestinados. Mucha gente veía en nuestros rostros lo que nosotros mismos no veíamos. Mucha gente creía que aquella relación iba más allá de la mera amistad.
Para muchos de ellos aquello era sencillo. Para muchos de ellos no había cosa más complicada en el mundo. Para muchos de ellos, éramos iguales. Para muchos de ellos, éramos totalmente distintos. Y la verdad es que todos tenían razón.
Todo era sencillo. Tan sencillo que empezaba como siempre. Chico conoce a chica, chica conoce a chico. Muchos decían que era todo cosa del destino. No lo creo, no creo en cuentos de hadas. Sinceramente, si mi vida dependiera realmente de los astros y de unos cuantos sucesos escritos en ningún sitio, no merecería la pena seguir viviéndola. Yo domino mi vida. Yo gobierno en mi vida. Mis acciones, mis decisiones, mis metas y deseos. Todas ellas juntas escriben mi “destino”.
Al mismo tiempo todo era complicado. Chico habla todos los días con chica, chica habla todos los días con chico. Chico es amigo de chica, chica es amiga de chico. Chica empieza a sentir algo por chico. Chica calla por no estropear amistad con chico. Chica tonta. Y una y otra vez aprieta los dientes, suspira y calla. Sabe lo que hay, todo está hablado, hay que aguantar. Chica tonta, chica tonta.
Tan iguales y a la vez tan distintos… Tan distintos y a la vez tan iguales… Se podría decir que éramos como el día y la noche, como el sol y la luna, como el blanco y el negro. Separados, distintos, opuestos.
Para muchos aquello era cosa del destino, aquello era cosa del tiempo. Y por primera vez, me hubiera gustado creer en el destino…
¿Quién sabe? Al fin y al cabo, la noche sigue al día, la luna refleja al sol y el blanco y el negro se unen para formar el gris. Y es que, bajo aquella dura coraza de “yo no creo en las estrellas” se ocultaba en el fondo una pequeña soñadora frustrada.
[E.Bueno]

domingo, 11 de noviembre de 2012

La esperanza del rayo de sol.

La chica miraba la tele sin ver realmente nada, tapada con una cálida manta de lana que, sin embargo, no era capaz de quitarle el frío que le congelaba el corazón. Desde la calle llegaba el sonido de la lluvia golpeando contra el cristal de las ventanas y, al fondo del pasillo se sentían las voces alteradas de una discusión que solo le habría pasado desapercibida a alguien acostumbrado a aquello. Sin embargo, la muchacha no veía, la muchacha no oía, la muchacha no sentía. Sumida en sus pensamientos, cualquiera habría pensado que aquella sala estaba vacía pues, además de la televisión, apenas se oía una suave respiración.
Un silencio, roto únicamente por un anuncio de lejía, reinó de repente en la casa. La discusión había concluido. Un portazo al fondo del pasillo hizo temblar toda la casa, pero la chica no se inmutó. Por su cabeza pasaban demasiadas cosas en aquellos momentos como para ello. Pensaba en todo lo que echaba de menos, en el cambio tan grande que se había producido en su vida en menos de un par de meses.
Echaba de menos su ciudad; los paseos por el puerto en aquellas tardes de otoño en las que no hacía ni frío ni calor y los rayos de sol todavía asomaban tímidamente entre las nubes se habían acabado en el instante en que su familia decidió mudarse lejos de su antiguo hogar. En el laberinto de calles en el que vivía ahora no podía salir un solo día sin paraguas, ni siquiera en verano la lluvia daba un solo día de tregua.
No solo el tiempo y las calles eran nuevos. También echaba de menos su instituto. Echaba de menos aquellas clases, echaba de menos a sus profesores, echaba de menos el patio, la sirena, los taburetes cojos y las mesas pintadas.
Echaba de menos a sus amigas, añoraba verlas a diario, hablar con ellas todas las horas del día. Echaba de menos aquellos abrazos que se daban cuando algo no iba bien; las risas que pasaba con ellas, capaces de animarla por muy mal que lo estuviera pasando; las miradas con las que se comunicaban entre ellas sin decir una sola palabra.
Le echaba de menos a él y a su sonrisa, a sus ojos risueños, aquella voz relajante, aquel olor a menta fresca, sus bromas estúpidas, sus muecas y tonterías… Echaba de menos aquellos piques tontos que tenía a menudo con él, aquellas veces en las que él se metía con ella. Echaba aún más de menos aquellos abrazos fuertes que le daba para disculparse, los pucheros que ponía cuando ella se hacía la ofendida, sus besos en la frente para consolarla cuando estaba triste, sus caricias en la mejilla… Todo era tan perfecto…
En su mente no paraba de aparecer aquel último día en su hogar. Dos gruesas lágrimas cayeron de sus ojos, nada comparado con todo lo que había llorado aquel día. Parecía todo tan lejano ya… En aquella última reunión habían estado las personas a las que ella más quería, personas a las que sería difícil que fuera a volver a ver, y mucho menos a todas juntas. Había sido todo tan duro… Sin secarse las lágrimas, en su cabeza se volvieron a escuchar las palabras de su padre anunciándoles que deberían dejar la ciudad. No era la primera vez que se lo oía decir pero nunca había pensado que ese momento llegaría tan pronto. Ahora, dos meses más tarde, era todo tan distinto…
El sonido de un teléfono y unos rápidos pasos por el pasillo la despertaron de su ensimismamiento. La muchacha agitó la cabeza y se secó las lágrimas. Se dio cuenta entonces de que había algo raro en el ambiente. Escuchó atentamente pero no consiguió oír el ruido de la lluvia constante, aquel ruido al que ya casi se había acostumbrado a tener como música de fondo en su cabeza. Se asomó a la ventana y comprobó que, efectivamente, había dejado de llover.
Asombrada, observó el cielo. Aquello no era ni mucho menos el precioso color azul que tenía el cielo en su antiguo hogar pero era mucho más claro de lo que jamás se habría esperado ver en aquel lugar. El sol, aunque muy débil, se asomaba poco a poco entre las nubes.
La chica sonrió. Un rayo de esperanza asomó en su cabeza. Quizá no fuera todo tan malo, quizá las cosas estaban empezando a cambiar poco a poco.
[E.Bueno]

sábado, 27 de octubre de 2012

La finalidad de la vida.


Porque la finalidad de la vida es vivir, y esto es imposible si no es a partir de la experiencia directa.


[Desconocido]

martes, 9 de octubre de 2012

John Lennon ♥

"Nos hicieron creer que cada uno de nosotros es la mitad de una naranja, y que la vida sólo tiene sentido cuando encontramos la otra mitad. No nos contaron que ya nacemos enteros, que nadie en nuestra vida merece cargar en las espaldas la responsabilidad de completar lo que nos falta".


[John Lennon]

lunes, 24 de septiembre de 2012

Somos grandes afortunados.


“Vamos a morir, y eso nos convierte en los afortunados. La mayoría de la gente no morirá nunca porque nunca va a nacer. La gente que potencialmente podría haber estado aquí en mi lugar, pero que de hecho nunca verá la luz del sol, supera con creces el número de granos de arena del Sahara.

Sin duda entre esos espíritus no nacidos hay poetas más grandes que Keats, científicos más grandes que Newton. Sabemos esto porque el conjunto de personas que permite nuestro ADN supera masivamente al conjunto de personas que existen.

A pesar de esta abrumadora pequeña posibilidad, somos tú y yo, en nuestra normalidad, los que estamos aquí.”

[Richard Dawkins]

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Bob Marley ♥


Ella no es perfecta. Tú tampoco lo eres. Y vosotros dos nunca seréis perfectos. Pero si ella puede hacerte reír al menos una vez, te hace pensar dos veces, si admite ser humana y cometer errores, no la dejes ir y dale lo mejor de ti. Ella no va a recitarte poesía, no está pensando en ti en todo momento, pero te dará una parte de ella que sabe que podrías romper. No la lastimes, no la cambies, y no esperes de ella más de lo que puede darte. No analices. Sonríe cuando te haga feliz, grita cuando te haga enojar y extráñala cuando no esté. Ama con todo tu ser cuando recibas su amor. Porque no existen las chicas perfectas, pero siempre habrá una chica que es perfecta para ti.

[Bob Marley]

jueves, 6 de septiembre de 2012

Un amargo despertar.


“Quiero ir descubriéndote poquito a poco. Como un niño pequeño para el que el mundo está lleno de sorpresas y para el que cada día es una impresionante aventura. Así quiero hacer yo contigo. Quiero descubrir por mí mismo qué cosas odias y cuáles son aquellas que te hacen reír. Te quiero llevar a la playa, quiero jugar contigo en el agua, quiero que terminemos de bañarnos y que compartamos tu toalla porque a mí se me ha olvidado la mía. Quiero salir a pasear contigo, que nos perdamos por las calles y tengamos que preguntar cómo se vuelve a casa. Quiero cogerte de la mano, mirarte a los ojos y descubrir que eres feliz. Quiero ser yo la persona encargada de hacerte sonreír. Quiero presentarte a mis amigos, quiero que sepan que he encontrado a la mejor chica del mundo. Quiero tantas cosas… Pero solo las quiero contigo.”
Sonreí. Después me desperté.
 [E.Bueno]

viernes, 31 de agosto de 2012

Nos dijeron que los sueños podían hacerse realidad...


Nos dijeron que los sueños podían hacerse realidad. Deseamos que fuera cierto, les creímos al instante. Queríamos ser princesas, encontrar una rana que se convirtiera en príncipe por nosotras. Queríamos vivir aventuras, recorrer el mundo juntas, agarrarnos las manos y volar. Queríamos besos, queríamos chicos guapos y perfectos. Queríamos sonreír como en nuestros sueños.

Nunca nos acordamos de aquellas noches en las que despertábamos sudadas y agobiadas por culpa de los monstruos de nuestras pesadillas. Tampoco recordamos aquellos sueños en los que las cosas no salían bien y acabábamos hechas polvo ni aquellos otros en los que, angustiadas, caíamos por un precipicio.

Nos dijeron que los sueños podían hacerse realidad. Se olvidaron de mencionar que las pesadillas también son sueños.

[E.Bueno]

domingo, 26 de agosto de 2012

Ignorantes enamorados.

Lo sabes, siempre has oído que el amor no dura eternamente. Desde siempre te han parecido ridículos todos esos locos enamorados que se prometen estar juntos toda la vida.

Siempre lo has sabido y, sin embargo, tú también caes. Se te olvida completamente. Toda esa cordura desaparece cuando vuestras miradas se cruzan, toda esa cordura desaparece cuando le ves sonreír.

Se te olvida que todo termina. Se te olvida esa parte de la película en la que el chico deja a la chica cansado de la rutina, se te olvida esa parte en la que a la chica le empiezan a entrar dudas sobre la fidelidad de su chico.

Te olvidas de todas esas partes y te montas tu propia película. Piensas que todos esos besos y abrazos no pueden ser cosa de algo pasajero, piensas que eso sí que será para siempre.


Te equivocas pero, ¿acaso la magia del primer amor no consiste en la ignorancia de que este pueda tener fin?

[E.Bueno]

domingo, 19 de agosto de 2012

Tarde de verano.

Me quito las sandalias, mis pies tocan la playa, escavo ligeramente con ellos hasta conseguir acostumbrarme al tacto de la arena. Corro hacia el agua. La noto helada, rozándome las piernas. Aún así, no me detengo, sigo corriendo, metiéndome mar adentro. Las pequeñas olas me salpican el rostro. Cuento hasta tres y me sumerjo bajo ellas. Noto el pelo rozándome la espalda y cierro los ojos. Me quedo flotando boca arriba, dejando que el sol me dé en la cara. El mar me acaricia con su espuma y yo me siento parte de él. Me relajo, me olvido de todo. Por un momento consigo lo que llevo intentando durante toda la semana, mi mente se queda en blanco. Sonrío. Sin saber por qué, así, sin más, sin tener un motivo.

Pierdo la cuenta del tiempo que pasa hasta que decido salir del agua. Recorro el camino de vuelta mucho más lentamente, mirando alrededor, dejándome acariciar por los rayos del sol. Una suave brisa me mueve el pelo mojado. Mi piel está salada y mis manos, arrugadas. Huelo a mar, huelo a verano.

Por un momento me he sentido libre, por un momento he formado parte de algo grande, por un momento me he sentido fuerte como una tempestad. Pero después de la tempestad viene la calma y, después de este momento de libertad, vuelven a rondarme las dudas que llevan acosándome toda la semana. ¿Será posible que siga cayendo en sus trampas después de tanto tiempo? ¿Será posible que siga creyendo sus mentiras como la estúpida inocente que soy? ¿Será posible que aunque quiera no me lo pueda sacar de la cabeza?

Oigo cómo alguien grita mi nombre, levanto la cabeza. Son mis amigas desde las toallas. Las miro. No están muy cerca pero, a pesar de mi miopía, puedo ver en sus caras un gesto de preocupación. Otra vez me ha pasado, otra vez he vuelto a dejar que mis gestos me traicionen. Sacudo la cabeza. No dejaré que nadie nos arruine el verano o, por lo menos, lo que queda de él. No dejaré que nadie me deprima. Y mucho menos alguien como él.

[E.Bueno]