Una ciudad en ruinas. Una habitación patas
arriba. Un corazón destrozado. Ella se mira al espejo. Sus ojos húmedos, sus
labios secos, su nariz roja y su pelo despeinado. Indicios de la tormenta que
amenaza con vencerla. Nunca se había sentido tan poquita cosa pero ahora, por
más que buscara, no encontraba nada en ella que pudiera llamar la atención. Sus
ojos eran de un simple y común marrón. Su pelo ondulado, sin brillo y sin vida
no podía gustarle a nadie. Unas ojeras negras permanecían durante todo el año dibujadas
bajo sus ojos. Su cuerpo blanquecino en nada se parecía al de las chicas que le
acompañaban a él. Su físico no podía ser menos llamativo. Siguió buscando, esta
vez sin mirar al espejo. No encontraba nada que la hiciera bonita o especial. No
era divertida, ni amable, ni lista. No callaba la boca ni debajo del agua, era una
pesada con todas las letras. Una “pupas”, una quejica, una llorona. Era celosa
y, aunque se odiara por ello, no podía evitarlo. Soltaba más palabrotas que un
camionero, era una maleducada. Su voz era ronca y para nada bonita. Patosa,
torpe, inútil, vaga. Desordenada, nada organizada. Totalmente bipolar. Nunca se
había sentido tan poquita cosa, siempre se había prometido a sí misma que nunca
nadie le haría sentirse así. Estaba claro que no había contado con esto. Estaba
claro que había subido demasiado alto, pues la caída había sido colosal.
[E.Bueno]
¿De verdad es esa la idea que tú tienes de ti? No me lo creo. Espero que solo sea una pesadilla y el fruto de la inseguridad propia de una ser humana como tú. Espero que solo sea eso.
ResponderEliminarPorque si ese es tu autoconcepto... yo discrepo.
Todos tenemos horas bajas, temporadas en las que no nos sentimos a gusto con nosotros mismos. Tengo un millón de complejos pero seguro que el resto del mundo también tiene alguno. Gracias por tu apoyo, siempre está bien que alguien te eche una mano de vez en cuando :)
Eliminar