Me
quito las sandalias, mis pies tocan la playa, escavo ligeramente con ellos hasta
conseguir acostumbrarme al tacto de la arena. Corro hacia el agua. La noto
helada, rozándome las piernas. Aún así, no me detengo, sigo corriendo, metiéndome
mar adentro. Las pequeñas olas me salpican el rostro. Cuento hasta tres y me
sumerjo bajo ellas. Noto el pelo rozándome la espalda y cierro los ojos. Me
quedo flotando boca arriba, dejando que el sol me dé en la cara. El mar me
acaricia con su espuma y yo me siento parte de él. Me relajo, me olvido de
todo. Por un momento consigo lo que llevo intentando durante toda la semana, mi
mente se queda en blanco. Sonrío. Sin saber por qué, así, sin más, sin tener un
motivo.
Pierdo
la cuenta del tiempo que pasa hasta que decido salir del agua. Recorro el
camino de vuelta mucho más lentamente, mirando alrededor, dejándome acariciar
por los rayos del sol. Una suave brisa me mueve el pelo mojado. Mi piel está
salada y mis manos, arrugadas. Huelo a mar, huelo a verano.
Por un
momento me he sentido libre, por un momento he formado parte de algo grande,
por un momento me he sentido fuerte como una tempestad. Pero después de la
tempestad viene la calma y, después de este momento de libertad, vuelven a
rondarme las dudas que llevan acosándome toda la semana. ¿Será posible que siga
cayendo en sus trampas después de tanto tiempo? ¿Será posible que siga creyendo
sus mentiras como la estúpida inocente que soy? ¿Será posible que aunque quiera
no me lo pueda sacar de la cabeza?
Oigo
cómo alguien grita mi nombre, levanto la cabeza. Son mis amigas desde las
toallas. Las miro. No están muy cerca pero, a pesar de mi miopía, puedo ver en
sus caras un gesto de preocupación. Otra vez me ha pasado, otra vez he vuelto a
dejar que mis gestos me traicionen. Sacudo la cabeza. No dejaré que nadie nos
arruine el verano o, por lo menos, lo que queda de él. No dejaré que nadie me
deprima. Y mucho menos alguien como él.
[E.Bueno]