–
Buenos días.
–
Buenas. ¿Qué te trae por aquí? Hacía tiempo que no se te veía el pelo.
–
Ya, bueno… En verano desconecta una fácilmente…
–
Sí, y eso que no hace un solo día de playa… Pero a ver, cuéntame, ¿qué te pasa?
–
¿Por qué iba a pasarme nada? ¿Acaso no puedo venir a hablar contigo sin que me
pase algo? Vale, sí, tienes razón, no puedo.
–
Exacto. Te recuerdo que estás hablando contigo misma… Nos conocemos, Eva… Quizá
más de lo que nos gustaría…
–
Eres insoportable…
–
Querrás decir que “somos” insoportables. Te recuerdo que somos la misma
persona… Doble personalidad, creo que se llama…
–
Anda, cállate y escúchame. Es difícil de explicar…
–
Te entenderé, no lo dudes. Yo soy tu parte lista y…
–
¿Y la modesta? ¿Dónde queda? Déjame hablar, anda… Es que… Agg… no me sé
explicar... A ver, ¿recuerdas esa peli que vimos hace poco? ¿Tengo ganas de ti?
–
Ajá.
–
La lista y la borde, por lo que veo… ¿Recuerdas la carta del final? ¿Aquella
que pusimos en el tablón del Tuenti?
–
Que pusiste tú… Porque, sinceramente, odio esas películas romanticonas…
–
¿Ahora soy yo la que tiene que recordarte que somos la misma persona? Además,
tú lo que odias es ver felices a los protagonistas… A mí me encantan esas
películas…
–
Bueno anda, no te entretengas y cuéntame… Sino me saldrán canas…
–
¿Recuerdas aquella parte que decía “He
intentado avanzar sin apartar antes las cosas que lo impedían, agarrado al
pasado, mirando para atrás, queriendo olvidar pero, a la vez, sin parar de
recordar, empeñado en quedarme ahí. Qué locura, ¿no? En medio de un lado y de
otro, sin perdonar, sin perdonarme, sin avanzar”?
–
Sí, la recuerdo. ¿Qué me dices con eso?
–
Pensé que tú eras la lista…
–
Lista, no adivina. Venga, dime.
–
Es que… Siento que me pasa exactamente eso, que no he conseguido avanzar…
Siento que, no sé…
–
¿Que somos unas obsesionadas? ¿Que seguimos pensando en él? ¿Que es probable
que sigamos enamoradas?
–
Ahora entiendo por qué eres la lista…
–
Pues yo sigo sin entender qué es lo que quieres que haga yo…
–
Pensé que tendrías alguna solución… Siempre la tienes.
–
Ya… Pero ahora mismo estoy como tú. Sin embargo, creo que la solución es el
tiempo.
–
¿El tiempo? Explícate, anda.
–
Es verdad que eres la tonta, sí.
–
La tonta, la tonta… Eres imbécil.
–
El tiempo, dejémosle correr. Olvidémonos de él.
–
Sí, muy fácil…
–
No somos las primeras ni seremos las últimas a las que nos pasa esto, ¿sabes?
Te crees el ombligo del mundo…
–
Agg, no sé ni por qué te pregunto…
–
Pero sabes que tengo razón. Lo que pasa es que esperabas que te consolara, que
te diera la razón y que te dijera algo así como “Va, mujer, inténtalo”. Pero no
lo haré porque sería peor. Y no pongas esa cara de felicidad ni vengas a
abrazarme porque ambas sabemos muy bien que no lo hago por ti, lo hago por mí.
Porque será más fácil para mí si tú te olvidas de él y estás feliz. Y ahora, si
has terminado de molestarme con tus lagrimitas de estúpida, lárgate.
–
Te odio.
–
Ah, y hazme un favor. Que no se te note que estás mal porque entonces todos
sabrán que yo también lo estoy.
–
No entiendo por qué siempre te haces la dura, eres idiota. Me voy, antes de que
me olvide de que yo soy la dulce.
[E.Bueno]